Garibaldi es ingeniero agrónomo, doctor en Ciencias Agropecuarias, docente de la Universidad Nacional de Río Negro e investigador del Conicet. |
BARILOCHE (AB).- La restauración de los "procesos ecológicos" y las preservación de la biodiversidad no son sólo consignas principistas del ambientalismo, sino también una condición clave para mejorar la producción de alimentos en todo el mundo.
Esa fue la hipótesis inicial de una investigación internacional desarrollada por un grupo de científicos que encabeza el barilochense Lucas Garibaldi. Y descubrieron que estaban en lo cierto.
Luego de dos años de estudios preliminares y otros cinco años de experimentación simultánea en 12 países, quedó demostrado que sólo con cuidar la presencia y multiplicación de insectos polinizadores se pueden lograr aumentos de hasta el 24% en la productividad de numerosos cultivos de alto valor nutricional.
Esto significa que el modelo de monocultivos con empleo de insumos externos y uso abundante de fertilizantes y pesticidas no sólo daña el ambiente. Tampoco garantiza en el corto plazo cosechas más abundantes.
Los "campos saludables", donde se aplican técnicas de "intensificación ecológica" y se cuida la diversidad genética preexistente, garantizan una productividad mayor.
Lucas Garibaldi es ingeniero agrónomo y doctor en Ciencias Agropecuarias. Se radicó en Bariloche hace 11 años y actualmente es docente de la Universidad Nacional de Río Negro, investigador del Conicet y director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural.
Las alternativas a la "intensificación convencional" en la agricultura fueron para él un tema de estudio prioritario en toda su trayectoria profesional y científica. Desde hace siete años es el responsable principal en la investigación sobre la incidencia en la biodiversidad en el cultivo de alimentos que cuenta con apoyo de la FAO (Organismo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y el GEF (Global Environment Fund).
Garibaldi le explicó a "Río Negro" que con el equipo que lidera se propusieron establecer parámetros de análisis para realizar seguimientos en campos productivos de países que sean "estrictamente comparables", a fin de lograr su validación científica. "Encontramos que es factible aumentar la producción de alimentos en un 24% si se mantiene la biodiversidad", aseguró.
Los resultados fueron positivos en cultivos variados como café, frambuesa, girasol, alfalfa, tomate, arvejas, zapallos, cardamomo, colza, mango, cajú, algodón, trigo sarraceno, zapallitos y nabo.
Garibaldi explicó que las técnicas aplicadas buscan garantizar "una buena diversidad de insectos" que distribuyan el polen en las plantaciones productivas.
Dijo que la investigación "sigue en marcha", pero algunos resultados ya fueron publicados y comienzan a interesar a empresas y gobiernos. La revista estadounidense Science, por ejemplo, le dedicó un artículo en enero pasado y logró fuerte repercusión.
El monocultivo de soja con abundancia de agroquímicos, que se extendió Argentina, aparece en las antípodas. Garibaldi dijo que el trabajo de campo lo realizan con productores de Asia, África y Latinoamérica, pero también de países centrales. Aunque los resultados son especialmente válidos para regiones del mundo "con problemas de seguridad alimentaria (eufemismo por 'hambre') y con ambientes degradados".
El especialista recomendó poner cuidado en "no aplicar pesticidas de más" de modo de no eliminar los insectos beneficiosos. Una opción es hacerlo de noche. También criticó "la obsesión por los campos libres de malezas" que suelen tener los productores, ya que la maleza "si es poco abundante" favorece a los polinizadores.
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