Para empezar, una importante cantidad de Nitrógeno se esconde en la corteza terrestre, normalmente encerrada en grietas entre rocas, en lugares donde las raíces de las plantas apenas suelen llegar. Y como es de natural gaseoso, en cuanto le abres una rendija tiene la manía de escaparse a la atmósfera y dedicarse a conocer mundo flotando lentamente sobre nuestras cabezas, y ahí se pasa el rato, como si fuera un Dios, observándolo todo en silencio sin intervenir en asuntos humanos. Pero existe quien tiene la capacidad de hacerle regresar a la tierra y ponerle a trabajar, las plantas. Éstas fijan ese Nitrógeno en la tierra, unas más que otras, todas lo necesitan, sin él, sus células no se animan a dividirse y crecer. Algunas, hasta han desarrollado la capacidad de acumular reservas de Nitrógeno en sus raíces, así se garantizan el crecimiento anual a prueba de imprevistos, y como guardan más del que necesitan, siempre queda algo para que lo aprovechen otras plantas. Toda esta labor que realizan las plantas necesita de la colaboración de organismos presentes en el subsuelo, es un trabajo en equipo. Sin todo ese montaje, el Nitrógeno no bajaría a trabajar voluntariamente.
Pero hay dos fenómenos espontáneos en la Naturaleza que el Nitrógeno no ve venir y que logran fijarlo en el suelo, las tormentas eléctricas y las descargas de rayos con combustión, en ambos casos, las moléculas de Nitrógeno terminan sobre el suelo que pisamos.
Muchos se sorprenden de como las superficies quemadas reverdecen con fuerza tras un incendio, eso es gracias a los minerales que aporta la ceniza y en parte también a ese Nitrógeno fijado en esos instantes tormentosos.
Para quien después de lo leído no considere muy importante al Nitrógeno, ahí van unos datos…este elemento químico gaseoso está presente en todos los seres vivos, forma el 78% de la atmósfera, está en las proteínas, en nuestro ADN, en nuestros tejidos, también en la mayoría de los antibióticos, en la cafeína, en la morfina, o en explosivos como la Nitroglicerina…
De ahí que formemos parte de un extraño ciclo en el cual el Nitrógeno atmosférico es invitado a regresar a la tierra para ayudar a generar vida y luego escapar de nuevo a contemplar las estrellas.